viernes, 28 de marzo de 2014

Amor


Uno de los sentimientos que más ha plasmado en la literatura y en el pensamiento es, sin duda alguna, el amor. Visto desde muchas perspectivas, desde diferentes épocas, su concepto mismo ha ido cambiando y perfilándose a lo largo del tiempo; los poemas amorosos del Antiguo Egipto, pasando por Safo de Lesbos -con sus inicios del amor lésbico-, así como el amor cortés de la Edad Media que fue el que más se mantuvo en el tiempo, seguía siendo uno de los elementos más recurrentes en la imaginación del ser humano. Y si hablamos de la época romántica, con los amores vampíricos o con los encuentros de los amantes en lugares mágicos o incluso sobrenaturales, se va arrastrando el concepto del amor, cambiando un poco la imagen, pero manteniéndose la idea primordial del mismos.



Pues, como ahora cualquiera se pregunta hoy en día, ¿qué es el amor? Bien, en la era que vivimos donde la ciencia intenta demostrar y explicar por qué se producen las cosas -que nos ayuda, además, a no caer en supercherías y creencias antaño consideradas como el pan de cada día-, no han podido evitar realizar una explicación de por qué se produce el amor, no qué es. Lo reducen básicamente a una cuestión de hormonas y del cerebro, como todo lo relacionado con nuestro cuerpo, lo que quita bastante la “gracia” del amor, al que siempre asociamos la idea de que procede de nuestro corazón. Por ejemplo, los antiguos egipcios consideraban el corazón como la sede de todos nuestros pensamientos y emociones, y hasta hace relativamente poco -incluso en la literatura actual quedan reflejos-, el corazón es la sede por excelencia de las emociones del ser humano.


Es curioso ver cómo el concepto del amor no ha cambiado mucho a lo largo del tiempo, quizá ha sido algo tamizado y suavizado, pero la idea primordial sigue estando latente. Ya los poetas arcaicos griegos, como Safo, Alceo o Anacreonte, que cantaron los asuntos relacionados con el amor. Una pequeña parada se tiene que realizar para Safo, pues lo que ella escribe sobre el amor será ese concepto universal del mismo, que ya existía en el Antiguo Egipto y en otras culturas, pero sus versos son los más conocidos:


Igual parece a los eternos dioses
Quien logra verse frente a ti sentado:
¡Feliz si goza tu palabra suave,
Suave tu risa!
A mí en el pecho el corazón se oprime
Sólo en mirarte: ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir; y rota
Calla la lengua
Fuego sutil dentro mi cuerpo todo
Presto discurre: los inciertos ojos
Vagan sin rumbo, los oídos hacen
Ronco zumbido.
Cúbrome toda de sudor helado:
Pálida quedo cual marchita hierba
Y ya sin fuerzas, sin aliento, inerte
Parezco muerta

Este poema, si no mencionáramos su fecha de composición, que ronda el S.VIII a.C., podríamos pensar que es de nuestra época o, al menos, de hace unas décadas. Toda persona que esté enamorada, tenga o no pareja, tenga o no un amor platónico, tiene los tópicos propios que se relaciona con el amor: el hecho de ver a la persona amada como la mejor del mundo, que no hay nadie comparado con él, y que para ella se asemeja a un dios; la manera en la que tu cuerpo reacciona ante el amado, sin poder hablar, con el corazón desbocado, no saber dónde mirar… ¿acaso nunca nos ha pasado eso estando ante aquel o aquella por la que haríamos cualquier cosa a cambio de que nos prestara atención? El amor es un sentimiento muy humano, que lo ha acompañado desde el principio de su existencia, y que jamás lo abandonará. Pero tampoco esta poetisa consideraba que el amor era algo bonito, bueno, maravilloso, sino como en la Antigüedad, se relacionaba siempre con la enfermedad, como algo que malogra al ser humano. Esta misma idea la vemos en Catulo, poeta romano, como forma de demostrar que ésa era la idea del amor en el mundo antiguo.


Pero no solo en la Antigüedad los poetas se encargaron de cantar o de escribir sobre el amor, sino que fue un tema abordado por los filósofos, más concretamente, Platón. De su diálogo titulado El simposio, donde se desarrolla una conversación tras un banquete entre varios amigos, entre ellos el mismo Sócrates -maestro de Platón-, donde aparece lo que hoy en día aún se sigue hablando y existiendo: el amor platónico. Esta idea emana del monólogo de Aristófanes, donde explica que en un principio el ser humano estaba conformado por un hombre y una mujer, como si fuera un globo. Los dioses, decidiéndolo en asamblea, deciden separarlos. De esta forma, el hombre está condenado a buscar su otra mitad, aquella que es perfecta para él, y que en nuestros días todavía estamos a la búsqueda de esa persona especial.  


El concepto del amor cortés, de la bella dama que espera a su príncipe azul, no proviene exclusivamente de las películas de Disney, sino que se debe remontar a la Edad Media, con caballeros que luchan por el amor de una dama, que son fieles hasta su muerte; ellas, puras y castas, con un amor a la religión y a su caballero a la par -una imagen de la mujer sumisa y devota propia de la época-. Todos los finales son felices, al menos relativamente, donde se plasman todo lo que se esperaba de un noble o persona de alta cuna, al igual que una doncella que debe llegar virgen al matrimonio y ser devota y bella -con una belleza idealizada que existen en todas las épocas y momentos-. Esta idea del "amor cortés" se volvió a emplear en el S.XIX, aunque en este momento el amor se mezclaba con elementos sobrenaturales, con los fantasmas de las amadas, con amores vampíricos... porque claro, siendo el amor un elemento tan fantástico e inexplicable, se entiende que se relacionara con esos aspectos. Pero a su vez es necesario remarcar que en el Romanticismo, el amor era frustrado, fuente de todo tipo de dolencias, de amores no correspondidos o que deparan un destino más bien nefasto o con numerosos problemas -aunque también hay amores con buen final-, siempre con esa idea de infortunio, de que la Fortuna y el Destino juegan papeles fundamentales en la vida del ser humano.


Por ello, el concepto del amor ha ido variando a lo largo del tiempo, depende de la época histórica, del ser humano y de su forma de ver las cosas y su perspectiva. Es cierto que hay ciertos aspectos que son iguales a lo largo del tiempo, pero sí se puede decir que las relaciones de ahora, y el concepto del amor, no es igual en nuestra época. Sí que relacionamos el amor con cosas buenas, hermosas, nos sentimos los seres más impresionantes del mundo porque nos aprecia una persona, porque sabemos que somos especiales… pero, a su vez, el amor es una fuente de engaños, de dolor, de sufrimiento, como lo decía Safo, aunque no se considera hoy en día como una enfermedad que necesita una cura sino, quizá, un mal que pueda causar algún que otro problema.


Pero claro, el amor no se debe relacionar solo y exclusivamente a una pareja, puede ser también el aprecio que sientes por tus amigos, por tu familia, padres, hermanos, incluso objetos. Todo aquello que te haga feliz, que lo consideres especial, que te ayude a sonreír y recordar buenos momentos, puedes decir que sientes amor. Es un sentimiento natural que el ser humano posee y que desarrolla, busquemos una explicación científica o no, existe y se va a encontrar a nuestro lado hasta el fin de los tiempos, o que nuestro cerebro cambie y evolucione -que todo puede ser-. El cuerpo ha reaccionado ante el amor de la misma forma, quizá lo que lo ayuda a cambiar a lo largo de los siglos es la sociedad en la que nos encontramos, en la que debido a las leyes acordadas por convención y el cambio de mentalidad y de ética existente, la forma en la que juzgamos y vemos el amor es diferente, he ahí la razón. Este aspecto no es bueno ni malo, es una evolución natural de los hechos, porque no es lo mismo lo que se pensaba en el S.XV que en nuestro Siglo XXI, la era de la información, a pesar de que la base siga siendo la misma.


En relación con el amor, lo que en mi opinión ha cambiado más es, sin duda, los matrimonios. No voy a entrar si es mejor lo que hay ahora o peor, pues la evolución puede ser tanto para bien como para mal, solamente establecer la diferencia consustancial que existe ahora en el concepto de las uniones matrimoniales. Antes, hasta relativamente poco, los matrimonios en rarísima ocasión eran realizados por amor -por mucho que nos plasmen los escritores, la literatura tiene su parte de ficción-, sino más  bien por convención de las familias implicadas. Que lo matrimonios se hagan ahora por verdadero amor, atracción, interés… los motivos pueden ser muy variados, marcan un cambio en las relaciones entre los seres humanos.


No hay que temer al amor, sino aceptarlo en nuestras vidas, aunque al principio sintamos que no estamos preparados para ello. No se puede evitar, no lo decidimos tampoco, es una de las pocas cosas que no se pueden controlar. Hay mucho mitos del amor que aún persisten en nuestros días, como el flechazo, que el amor es ciego, la fidelidad, los sentimientos… sean ciertos o producto de nuestra imaginación. También se ha utilizado mucho por los medios y por las compañías para explotarlo, con eventos como el día de San Valentín, que intentan desfigurar el concepto del amor, en este caso entre las parejas. ¿Acaso no puedes demostrar el amor sin necesidad de comprar nada, solo con tus actos, y en cualquier momento del año? Para terminar, una hermosa frase de Paulo Coelho, que plasma lo que yo también pienso acerca del amor:


El amor se descubre a través de la práctica de amar y no de las palabras.

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